Eduardo Andrés Julio de nombre -ahí es nada-, más conocido por su primer apellido, Zaplana, dice que se va a Telefónica. Que es lo mejor para todos, que si ya lleva muchos años y bla, bla, bla… Vamos, que pasa de ser “diputado raso” -eso es de gente baja- y de que le relacionen con el cataclisma que acaba de comenzar en el partido -en los tiempos de Aznar esto no pasaba, coño-. Y muy bien que hace, no vaya a ser que alomojó alguien acabe echándole las culpas de algo -o alomojó no, qué sabe nadie, que diría Raphael-.
Supongo que entre las cláusulas del contrato con Telefónica estará la de no poder gastarse unos cuantos miles de euros en turrón del caro, por el bien de los beneficios de la empresa, pero vaya usted a saber. Desde luego, si la frase aquella de “estoy en política para forrarme”, que -conste en acta- servidor no ha podido verificar que saliera de su boca, es cierta, no quiero ni imaginarme para qué estará en una empresa. Alierta pille confesaos a los inversores.
La verdad es que es una pena que haya dejado la portavocía del Grupo Popular en el Congreso, porque ahora nos toca hacer oposición a los afines al Gobierno, endevé. ¡Ay!, Soraya, Soraya… Los marineros del ‘Playa de Bakio’ han llegado ya a sus respectivas casas. Estupendo, sí. Pero, ¿a qué ha jugado el Gobierno? Quiero creer que se están poniendo todos los medios al alcance para capturar a los secuestradores -piratas suena demasiado… guay, ¿no?- y para recuperar el dinero de todos los españoles. Quiero creer pero no sé si creerlo. No voy a hacer mucha sangre porque desconozco los mecanismos que habitualmente se utilizan para solucionar casos como este, pero más vale que estemos ante el inicio de una persecución a muerte de los delincuentes. Más que nada porque parece ser que Al-Qaeda ha tomado buena nota de que el Gobierno español paga religiosamente lo que se pide y ya ha amenazado con atacar barcos europeos en la costa somalí. ¡Vaya labor diplomática, señores!
Desde luego, seremos pioneros en políticas sociales. Pero a la hora de hacernos respetar en el extranjero, los españoles seguimos haciendo, porque llevamos haciéndolo décadas -y muy bien, por cierto-, el más absoluto ridículo.
Esto es lo que dicen…